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El Taller creación colectiva

Taller  Colectivo y Creativo de Literatura Fantástica.

Las Historias Creadas.

Ella se convirtió en recuerdo
y aroma.

(Creación Colectiva)

1


José se levanto ese día sin imaginar lo que le esperaba, como siempre lo primero que hizo después de una mala noche, fue poner agua para un café. Prendió su ordenador y fijo su vista por la ventana, extraños recuerdos venían a su mente…
El día era obscuro y olía a quemado pero a él no le importo. Iba a ser la hora en que esa figura aparecía siempre puntual como sus recuerdos como sus tortuosos sueños.
Tenía inquietud en cómo se vería hoy, el agua se consumía poco a poco. De repente la vio al final de la calle y la siguió con la vista hasta que aquella figura femenina se perdió en la lejanía.
Se dirigió a la cocina y calentó de nuevo agua, al fin estaba listo su café, y en medio de esa taza la volvió a observar, cerro sus ojos  y cuando los abrió, aquel rostro amado se había ido lo mismo que el café.
Volvió a la ventana, esta vez no vio el mismo panorama.
Los años habrían vuelto atrás, la ciudad se tornaba sepia,  un olor a café invadía el ambiente. Al final de la calle alcanzó a ver aquella mirada que tanto le cautivo.

José sentía latir su corazón pero ella no le devolvió la mirada, caminaba con la vista en otro punto. Había un aroma a soledad de un amor imposible.

 

 

Ella se convirtió en

recuerdo y aroma

II



El tiempo avanzo vertiginosamente, aquel sepia con recuerdos del pasado  se torno en un obscuro presente, el ordenador estaba encendido  la chica se había esfumado, el amor era ahora un fugitivo.

Una llamada telefónica lo ubicó de golpe en el presente, contestó - “No jefe, no he terminado”
Las cuentas parecían largas y la noche cayó sin poder terminar el trabajo.
Su jefe dijo; “Está es la última oportunidad”, colgó.
Volvió otra vez a la ventana tratando de encontrar a aquella chica, vio caer de nuevo ese color sepia y un nuevo aroma que el café no podía borrar atrajo su atención.
Un recuerdo estrujó su memoria y en sus oídos resonaban los gritos, las imágenes bullían como la sangre de sus hermosas venas, esa sangre que en un momento de histeria liberó con el filo de su navaja.

LA COLA DE JACK

BLA COLA DE JACK

 

De: CRYSTAL ROJO


El silencio  alimento mis temores.
Llegamos a la casa de la enferma, habíamos sido invitados para orar por  una mujer de 67 años que padecía de un cáncer terminal. Yacía postrada en una cama de aguado colchón, la habitación tenía extraño olor a humedad y encierro, que aunque levemente distraía la imaginación.
Los oradores no sabemos que tenga reservado el destino para el alma en cuestión, pues tal vez solo sea una prueba o ya el final del camino.
La mujer de ojos hundidos, cabellera blanca, mueca dolorosa, palidez de muerte, manos temblorosas, nos miro desde la profundidad de su agonía. Jack saludó a la familia que rodeaba la cama, expectante, con lágrimas contenidas, detrás de él, yo, la aprendiz, imité su gesto, saludé a la anciana quien inesperadamente recuperaba  el vigor, me atrajo hacia sí, rugió el viento que azotó de golpe las hojas de una  ventana .  Me acercó a su rostro y me sonrió siniestramente, con sus labios negros como el hocico de un perro, babeante, de aliento fétido, gruño musitando por lo bajo para  que solamente yo escuchara: “Aquí estoy, haber si pueden arrancarla de mis garras”


Soltó de golpe mi mano que palideció conmigo entera, la mujer se desvaneció inesperadamente… ahora  dormía, serena.
Sentí  miedo, mucho miedo, pero Jack conservaba la calma, eso me tranquilizó, me gustaba verlo tan dueño de sí mismo en momentos tan difíciles, extrajo de su mochila los sacramentales, comenzó a orar pidiendo protección divina…
La habitación misteriosamente se enfrió, Jack pidió a todos nos tomáramos de las manos, nos invitó a  rezar un padrenuestro, la anciana comenzó a inquietarse, -pásame los oleos- me pidió- y mientras ungía su frente despertó enfurecida, aulló tan fuerte que la familia huyó despavorida, busque refugio en sus ojos, esos ojos negros por los que a veces me colaba para hurgar en sus sentimientos,  el seguía orando  concentrado, mientras ella maldecía…


De un momento a otro las palabras de Jack se convirtieron en un extraño lenguaje, tan antiguo como la humanidad, como lo sé, no me lo pregunten, sólo sé que así fue. Sus ojos cambiaron de color al igual que sus manos, parecía que por ellas había dejado de circular la sangre, sus venas se marcaron extrañamente obscuras, un grito me sacó del asombro – sujétala! Exclamó. La oprimí contra la cama tomándola por ambas muñecas;  sin embargo su fuerza era tal que me arrojó contra la pared mientras se retorcía, y profería extrañas palabras,  los minutos se convirtieron en horas  de lucha y agonía, lucha de fuerzas que convergen en un solo cuerpo, palabras, palabras, sonidos al fin con misterioso poder, hasta que la entidad que lo ocupaba pareció salir por la ventana dejando a su paso un azufroso rastro demoníaco.
Jack sudaba copiosamente, la anciana que ahora dormía mostraba un mejor semblante, al fin Jack recupero su color y  me miró satisfecho, salimos del cuarto de la anciana, rápidamente nos despedimos.

Salimos de la casa, una vez en la calle él me tomó de la mano, beso mi mejilla y agradeció que  lo hubiese acompañado, se despidió de mi dándome la espalda, caminó a través de la calle obscurecida y tranquila, lo observé mientras se alejaba, y ante mi asombro pude ver que bajo  su saco salía una extraña cola roja que  al caminar se balanceaba.

Verónica

Creación de Mildrett Valdes

Y ahí estaba inmóvil e imponente en medio de la sala, junto a la ventana. La luz de la ventana hacia notar sus detalles en donde se reflejaba, pero había ciertas partes donde la oscuridad no permitía que se develaran en toda su expresión.
Ella había estado distante desde hace algunos días y después de haber terminado todos sus pendientes decidió tomarse un tiempo para ella y sentarse en la sala, junto a la ventana.
Al llegar a la sala no pudo evitar mirar aquel sillón, permanecía ahí frente a ella, un tanto intimidante, pero ella no le dio importancia y  se sentó en el de 2 plazas, tomo su libro y comenzó a leer. No podía concentrarse, así que puso el libro abierto sobre sus piernas y volteo hacia la ventana vio como la obligaba a ver aquel sillón.
Color marfil, una sola plaza y tenía un diseño floral un tanto satinado que daba una textura entre encaje y relieve. Sin embargo resaltaba sobre el resto a pesar de no hacer juego con la sala. Pero siempre conservaba ese aspecto imponente y era inevitable que no fuese le protagonista en el lugar. Ese sillón tenía su historia.


Entonces sintió como si este la llamara y aparto el libro de sus piernas, dejándolo en su lugar y se acercó hacia el sillón. Entonces ya cerca noto su estampado, era extraño como aquel sillón que a primera vista parecía liso y simple ahora estaba lleno de figuras satinadas que destellaban para su deleite. El sillón parecía hipnotizarla, pero el teléfono rompió su estupor y entonces el persistente sonar de este la obligo a dejar la sala.
Pasaron varios días, la vida ajetreada de ella casi no le permitía estar en casa pero cada noche  cuando llegaba a  su casa, miraba de reojo   como el sillón relucía.  Era un fenómeno extraño pues ese leve resplandor la hacía a mirarlo por unos segundos y después le cansancio la obligaba a ir directamente a la cama.
Pasaban y pasaban los días, y cada vez llegaba más exhausta. Por fin una noche de fin de semana, sin tener esa sensación de tener que trabajar al día siguiente su curiosidad se permitió actuar. Como todos los días abrió la puerta, entro a su casa, cerró la puerta, dejo las llaves sobre el plato verde en la mesita. Entonces  sintió de nuevo esa llamada, era como su una voz le hablase sin palabras, inmediatamente se volvió y vio como una luz salía del sillón y con asombro se acercó a él.


Mientras se a
cercaba  parecía que podía ver en la oscuridad, su caminar era certero como si las luces estuvieran encendidas, sin embargo al llegar a la sala la iluminación parecía difusa, el sillón emanaba una luz dorada pero el resto de la sala era iluminada por una luz azul que no provenían de ningún lugar, más bien los restos de esa luz dorada parecían cambiar de color, y más allá solo había oscuridad, tal como si la sala fuera una habitación flotante en el espacio.

Ella miro a su alrededor y en el sillón de dos plazas vio su libro, aún estaba abierto boca abajo en donde hacia estado sentada ya meses atrás. De pronto todo estaba negro.
Cuando ella abrió los ojos, la luz del sol la cegaba, estaba sobre el sillón color marfil de una sola plaza. Se extrañó de estar en aquel sillón, no sabía como había terminado ahí. Pero parecía como si el sillón la cargara en sus brazos.
Un poco adormilada quiso levantarse pero sintió como alguien la tomaba del hombro y la volvía a recostar. El cansancio y la pesadumbre la hicieron permanecer acurrucada en el sitio.


Dado que no pensaba  levantarse volvió a mirar a su alrededor y esta vez donde estaba le libro encontró un oso de peluche. Era un oso mediano de color café oscuro, que no había visto antes, extrañada se tallo los ojos y cuando quiso enfocarlo de nuevo, solo vio su libro. Olvido el oso que tenía tiempo sin leer aquel libro, se levanto  fue por el libro y volvió a sentarse en el sillón color marfil, se acomodó otra vez sobre sus brazos. Leyó algunas páginas y el rayo de luz de la ventana guio su mirada al respaldo del sillón, en entonces vio una mancha roja. Asustada salto del sillón y tiro el libro al suelo y al volver a ver el respaldo ya no había tal mancha, solo aquel resplandor dorado causado por la luz de la ventana sobre el patrón satinado.
El teléfono sonó sin dejarla reaccionar. Fue hacia el y contesto, una compañera del trabajo preocupada le pregunto ”¿estás bien? “. Ella extrañada contesto afirmativamente  y preguntas como “¿Por qué no contestas el teléfono? ¿Dónde has estado? ¿Vendrás hoy?” Atiborraron el teléfono sin darle tiempo de contestar. Por fin silencio al otro lado le permitieron contestar: ”estoy bien, ¿qué ocurre?, es domingo ¿Cómo pretendes que vaya a trabajar?”
Una voz aún más preocupada salió del otro lado del auricular le contesto:”hoy es miércoles, tienes 3 días sin presentarte a trabajar ¿segura que estas bien?”
Ella solo colgó el teléfono y miro hacia la sala y el sillón volvió a resplandecer.


Aquel sillón resplandecía y ella  entendió que su idea de que el rayo de luz procedía de la ventana se dirigía a este, era errónea y siempre había sido a la inversa.
Camino hacia la ventana esperando encontrar lo que señalaba el mueble, pero al pasar junto a este, tropezó con algo, al bajar la mirada noto un oso de peluche en el piso, lo tomo y se preguntaba cómo había llegado aquel oso a ese lugar  y cuando el oso hubo tocado aquel rayo de luz, ella sintió como si una explosión la empujase y de pronto esa luz cegadora  se convirtió de nuevo en el escenario de su sala flotante en la oscuridad.
Y entonces pudo ver una chica que le parecía un poco familiar, pero no podía observar su rostro. Esta parecía exhausta y cuando se disponía a sentarse en el sillón el timbre de la puerta sonó y le chica se levantó y se perdió en la oscuridad.
Ella no reaccionaba ¿qué estaba ocurriendo?¿quién era esa chica?¿qué hacía en su casa? y ¿por qué ni siquiera la notaba?, de pronto escucho paso que se acercaba y la chica emergió de la oscuridad y  se dirigió al sillón  pero esta vez llevaba en sus manos el oso de peluche y lo miraba con asombro y ternura. Comenzaba a quedarse dormida y el oso de peluche se soltó de sus manos quedando sobre sus piernas boca abajo.


Ella no sabía que pasaba y quiso acercarse a la chica, quería saber quién era y que hacía en su casa, así que se acercó poco a poco y cuando iba a remover su cabello para ver su rostro, vio como una silueta  masculina emergía detrás del sillón. Ella no lograba ver más que una sombra, sin embargo gracias al resplandor dorado que emanaba del sillón, le permitió ver el filo de un cuchillo que aquel hombre sostenía en una mano.
Ella asustada quiso gritar y retrocedió tropezándose con la mesita de centro y cayó al piso. Inmediatamente se tapó la boca con ambas manos preocupada de que aquella sombra pudiese notarla pero el estruendo de su caída y el comienzo de su grito eran mudos, su presencia ahí era invisible.
Entonces vio con horror como aquel hombre tomaba con una mano el cabello de la chica levantando su cabeza y con la otra hacia un fino corte en el cuello de la misma. Ella sin poder moverse vio el rostro de aquella chica antes de que esta cayera al suelo junto con aquel oso de peluche que había estado en sus piernas. La chica yacía inerte a centímetros de sus pies.


Entonces levanto su mirada y vio aquel sillón brillante que esta vez tenía un mancha  roja en el respanldo, volvió a ver el cuerpo de la chica y este tenía la espalda llena de sangre, devolvió la mirada al sillón y noto un orificio en medio de la mancha roja, entonces supo que ya había sido atacada antes.
Sin embargo la sombra de aquel asesino permanecía ahí detrás del sillón, esta vez la luz dorada iluminaba ciertas facciones de su rostro, tal cual si alguien sostuviera una linterna bajo su mentón dándole un aspecto un tanto demoniaco.


Vio como el hombre se acercaba al cuerpo de la chica y la colocaba sobre los brazos del sillón. El hombre se colocó de espaldas a un lado del sillón y profirió las siguientes palabras: ”lo siento Verónica pero no podía permitir que nuestra hija se quedara con alguien como tú” y se marcho.
La escena era desgarradora: la chica recostada sobre los brazos del sillón, sus piernas colgando en un extremo y su cabeza en el otro brazo quedaba justo al lado de la mancha de sangre del respaldo.  Y todo esto iluminado por la luz dorada que emanaba del sillón,  pero esta vez no hubo luz azul a su alrededor y entonces noto el oso de peluche en el piso, estaba justo donde ella había tropezado antes con él. Y un “Verónica” a lo lejos pareció volverla a la realidad.
Esta vez estaba sobre el teléfono y la contestadora se había activado, por lo cual una voz al otro lado gritaba: ”¡Verónica, Verónica contesta!”, y se perdía en la lejanía pues sus sentidos parecían irse perdiendo, pero alcanzo a sentir que algo goteaba sobre sus piernas e inmediatamente llevo la mano a su cuello, sintió la humedad y el calor, así que no tuvo que ver su mano para saber que ella era Verónica.

Miro al piso y esta vez era un camino de sangre el que la guiaba de nuevo al sillón.

“La casa de antigüedades”.
 

Hasel Obregón.

Acabo de llegar al salón, se encuentra como siempre: solo, empolvado, con ese olor a viejo y muchas cosas sobre los muebles viejos y raídos. Me sentí fuera de lugar sin embargo entré, di unos pasos y me detuve para observar algunas figurillas de porcelana aterradoramente bellas.

Todo los días después de clase llego a este lugar, hubiera sol o nubes negras, granizara o hiciera calor inaguantable, siempre mis pies llegaban ahí, y hago el mismo recorrido de siempre: abro la puerta y suena el tintineo de la campanilla, camino lentamente mirando el lugar, hasta llegar a un pasillo oscuro, como siempre dudo al dar el primer paso, pero continúo hacia delante, a pesar de que no quiero.



A través del pasillo me tambaleo, me tomo de la pared, mi respiración es dificultosa, al llegar a la puerta al final de aquel largo túnel, la encuentro entreabierta, al acercarme logro sentir la respiración que emana ese lugar, tenía terror, si alguien pudiese haberme visto, se habría preocupado al observar mis ojos dilatados, mis labios resecos y mi palidez. Mis manos tiemblan al abrir aquella puerta y encontrar una habitación blanca solamente ocupada por un gran piano pálido.

Mis pies sin mi consentimiento se dirigieron a él, me senté y comencé a tocar. Mis dedos viajaban con destreza sobre las teclas incluso parecía inhumano, me ordenaba silenciosamente parar, pero no ocurría nada, era desesperante no tener un control sobre mi propio cuerpo.

Después de dos horas de tocar pieza tras pieza mis manos estaban acalambradas, pero ya estaba acostumbrada, incluso otras veces aparecían hematomas alrededor de los dedos.



Caminé hasta salir del lugar y cuando volteé a ver la casa de antigüedades, vi a una señora mayor, observé como en sus rasgos faciales se percibía una sonrisa, dejando entrever unos dientes afilados y amarillentos. Me observé a mí misma, a través del aparador, regresando la sonrisa y un saludo de despedida y me fui directo a casa.

Al llegar, como todos los días, saludé a mi familia, mi madre, mi padre y mi hermano, vimos televisión, cenamos y platicamos nuestro día: “Un día común”.

Subí a mi habitación, para prepararme a dormir, mientras me arreglaba el pelo me observé en el espejo, ojos cafés, cabello negro, piel morena. Una persona común, si no fuera porque esa no era yo. Traté de decirle a todo mundo, la odiaba, utilizando mi cuerpo como un recipiente donde poner su alma, ¿y la mía? ¿Dónde queda mi alma? Claro, como hace más de una semana, atrapada en el espejo.





¿Por qué me haces esto? ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? Pero, no contestó, sólo se burlaba, con esa sonrisa ladina, llevó su mano hacia el espejo e involuntariamente yo lo hice también, casi lo toca, sin embargo retiró su mano rápidamente, y lanzó una carcajada espeluznante.

Y de nuevo quedé sola en ese lado del espejo en completa oscuridad. El único lugar donde podía intentar salir era aquel pasillo lóbrego, nunca debí entrar a ese lugar, nunca debí de hacerle caso a la anciana, nunca debí…pero lo hice y ahora pago las consecuencias, en completa soledad y para la eternidad.



Hasel Obregón.
Marzo 09 de 2013;

Saltillo, Coahuila.​.

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